Garífunas recuerdan 226 años entre la pobreza y daños del mar

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El pueblo garífuna de Bajamar, en el Caribe de Honduras, conmemora este miércoles 226 años de la llegada de los primeros negros a su país, entre la pobreza y los graves daños que sigue causando el mar, que cada año se mete más a la comunidad, destruyendo casas construidas a orillas de la playa.

Según apuntes históricos, los primeros garífunas (negros) llegaron a Honduras, como esclavos, el 12 de abril de 1797, procedentes de la isla de San Vicente.

Su desembarco fue en Punta Gorda, en la paradisíaca isla de Roatán, de donde con el tiempo se fueron movilizando hacia tierra firme, a lo largo de unos 700 kilómetros que tiene Honduras en el Caribe.

Ese mismo mar que todos los años atrae a miles de turistas nacionales y extranjeros, se ha convertido en una poderosa fuerza que en los últimos 30 años ha causado severos daños ambientales y estructurales en varias comunidades, como Bajamar, en el departamento de Cortés, que se ha quedado casi sin playas.

La fuerza del mar, principalmente en tiempos de huracanes y tormentas tropicales, o causas como terremotos y otros fenómenos, producto del cambio climático, han alterado la geografía hondureña en sus zonas costeras, en el Caribe y el Pacífico.

El mar dejó sin casas a Epifania y su hija Vanessa

«Cuando vino el huracán Mitch -a finales de 1998- me llevó la casa con todo lo que estaba adentro, solo rescaté a mis hijos y la vida mía», relató a EFE en Bajamar Epifania Colón, de 59 años, mientras limpiaba pequeños pescados que había comprado, para venderlos fritos.

Del terreno que le heredó su madre, en el que Epifania construyó su casa con bloques de cemento, cinco años antes del devastador paso del huracán Mitch, no hay rastros, porque el mar, que ha venido robándole la playa a Bajamar, «se lo tragó».

Epifania, madre de siete hijos, uno ya fallecido, se definió como una «luchadora» y recordó que su madre vivía, como la mayoría de sus vecinos, en una choza hecha de manaca, a varios metros de la playa.

Un día antes de que el huracán Mitch azotara el Caribe hondureño, el padre de Epifania (Vivian Colón), le dijo que sacara todas sus pertenencias de la casa porque «venía un huracán», pero ella no le creyó «porque nunca había visto una cosa tan fuerte».

«Al día siguiente vengo, supuestamente a buscar la casa y me encuentro con que ahí estaba como que si nunca había existido una casa. No hice otra cosa más que ponerme a llorar, si le hubiera hecho caso a mi papá hubiera rescatado mis pertenencias», enfatizó.

Marcada por lo sufrido con el Mitch, Epifania, quien se dedica a la venta de pescado frito, coco de agua, coco seco, pan y tabletas de coco, y piedra pómez, entre otras cosas, construyó una nueva casa de cemento, que está situada al otro lado de la calle principal que cruza Bajamar, que va en paralelo a lo que antes era una playa frecuentada por muchos turistas, los que ahora son escasos.

Hija de Epifania: «el mar se comió prácticamente la tierra»

En 1998, cuando el paso del huracán Mitch, Vanessa Cloter tenía 16 años y vivía con su madre.

Con los años, Vanessa, quien ha seguido los pasos de su madre Epifania, hizo su vida aparte y para subsistir también se dedicó a la venta de pan de coco, que ella misma hace, y de pescado.

Con su pareja, Vanessa ha procreado tres hijos, y la naturaleza, al igual que a su madre, le destruyó su casa de cemento que también había construido «frente a la playa» de Bajamar.

Las tormentas tropicales Eta e Iota, que azotaron a Honduras en noviembre de 2020, acabaron con muchas casas de Bajamar, incluida la de Vanessa, de la que quedan en pie algunas paredes y escombros, como si la hubiera destruido un terremoto o un bombardeo aéreo.

«El mar nos sigue perjudicando bastante, me derrumbó la casa donde vivía, perdí todo. El mar se metió a Bajamar, son muchas las casas que ha destruido», dijo Vanessa a EFE, prefiriendo no hablar frente a cámara. La nueva casa que se ha construido está frente a la de su madre, a más de 100 metros del mar.

Agregó que su casa, que construyó después del huracán Mitch, tenía tres habitaciones, cocina, comedor y un baño, y que en ella había invertido alrededor de 300.000 lempiras (unos 12.000 dólares).

«Las casas frente a la playa se las llevó el mar»

Mariana, una mujer de 69 años, que tuvo quince hijos, de los que le sobreviven diez, evocó de manera escueta los años cuando «el mar era más para allá», muy distante de las casas frente a la playa.

«Cuando íbamos a la playa teníamos que caminar algo, pero ahora no», añadió Mariana, mientras a pocos metros de profundidad del mar, los pescadores, provistos de chinchorros, se regocijaban de una buena captura de peces para vender entre la población de Bajamar.

Hoy, Vanessa no trabajó, viajó a la vecina Travesía, donde a ritmo de punta, con tambores y maracas, la etnia garífuna de ambas aldeas, conmemoran los 226 años de la llegada de sus descendientes a Honduras, ahora distribuidos en 36 pueblos en toda la costa caribeña.


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